Ínsula

Como un nocturno vino tu mirada,
amotina mi sangre enardecida
y la noche en mis hombros detenida,
ignora su presencia desolada.

Ya no puede mi voz contra la espada
de silencio que tengo entre la herida,
de saber tu caricia estremecida
pero en oscura cárcel encerrada.

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Angustia

Yo me lleno de angustia mirándote la frente
porque estás más lejana cuando estás más presente.

Para que yo no pueda llegar hasta tu alma
tú me miras a veces con esa misma calma

con que miran los lagos una noche estrellada:
la miran hasta el alba y no le dicen nada.

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Las Trenzas Lejanas

Yo amé desde un principio tu sencillez de dalia,
tu pudor de semilla que se viste hasta el fondo,
y el amor con que hacías tus trenzas bajo el cielo
y escuchabas mis versos como un ave en el hombro.

Tu andar de sementera, de parcela espigada,
tu lengua constelada de honorables silencios,
y tus manos en guerra, sobre tu falda verde,
con las ganaderías que apacientan los vientos.

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Presencia Del Amor Victorioso

Tú eres la que yo quise destruir con mis besos,
pero la que resistes mi furia y mis abrazos,
y sales siempre nueva de mis bosques espesos
y siempre florecida de mis grandes hachazos.

( Un viento loco y verde te golpeaba la cara,
un vendaval de besos de mi boca te hundía,
pero el hijo llegaba con su semilla clara
y en medio de tus ojos oscuros la encendía ).

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Vengo Y Voy A Tu Vientre

Estoy cansado, amada, y estoy triste.
Vengo desde las tierras arrasadas y solas,
desde donde la muerte se desnuda y embiste
los acontecimientos, los hombres y las olas.

Vengo, hermosa, del tiempo, de la vida, del día
en que con sangre puso mi racimo en el mundo,
y empezaron mis hojas a sentir la agonía
de un cielo sin orillas y de un barro profundo.

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El mundo por dentro

Siento correr los ríos por mis venas
y crecer las estrellas en mi frente.
Siento que soy el mundo y que la gente
habita mis pulmones y colmenas .

De flores tengo las entrañas llenas
y de peces la sangre, la corriente
que caudalosa y permanentemente
inunda mis canciones y mis penas.

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Esposa patria

No me canso de andar por tus collados,
de recorrer tu cuerpo y tus colinas,
de sembrar en tu tierra desgarrada
por mi pecho de espadas y de espinas.

Centímetro a centímetro te busco,
atravieso tus valles y terrenos,
y no me pueden contener tus manos
ni me sirven tus puertas ni tus frenos.

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Los ataúdes enamorados

Nuestras tumbas, mujer, se darán besos,
nuestros cajones besos y mordiscos,
y no serán sudarios los nuestros sino sábanas
para engendrar trigales
y construir el pecho de los cedros.
Nos volverán a ver sobre la tierra,
a ti llena de polen y de pétalos,
cubierta de azaleas y azahares,
y a mí con un pedazo de primavera roja
entre la boca de madera.

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