Y Dios creó las grandes ballenas
allá en Laguna San Ignacio,
y cada criatura que se mueve
en los muslos sombreados del agua.
Y creó al delfín y al lobo marino,
a la garza azul y a la tortuga verde,
al pelícano blanco, al águila real
y al cormorán de doble cresta.
Y Dios dijo a las ballenas:
«Fructificad y multiplicaos
en actos de amor que sean
visibles desde la superficie
sólo por una burbuja,
por una aleta ladeada,
asida la hembra debajo
por el largo pene prensil;
que no hay mayor esplendor del gris
que cuando la luz lo platea.
Su respiración profunda
es una exhalación».
Y Dios vio que era bueno
que las ballenas se amaran
y jugaran con sus crías
en la laguna mágica.
Y Dios dijo:
«Siete ballenas juntas
hacen una procesión.
Cien hacen un amanecer».
Y las ballenas salieron
a atisbar a Dios entre
las estrías danzantes de las aguas.
Y Dios fue visto por el ojo de una ballena.
Y las ballenas llenaron
los mares de la tierra.
Y fue la tarde y la mañana
del quinto día.