En un trozo de papel

En un trozo de papel
con un simple lapicero,
yo tracé una escalerita,
tachonada de luceros.

Hermosas estrellas de oro.
De plata no había ninguna.
Yo quería una escalera
para subir a la Luna.

Para subir a la Luna
y secarle sus ojitos,
no me valen los luceros,
como humildes peldañitos.

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Luciérnaga

Luciérnaga, luz que vaga,
en la noche que divaga,
con luna, con las estrellas,
te pareces a una de éllas.

Rayito, bicho, cocuyo,
de aquel bosque eres orgullo,
candil que bordas el cielo,
energía, límpido anhelo.

Candileja, .

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Renata

Al salir el sol,
todas las mañanas,
la gata Renata
se asoma a la ventana.

Todas las mañanas
sentadita está,
en esta ventana
dispuesta a escuchar.

Los pájaros cantan,
la gata los mira,
sus trinos escucha
sus cantos admira.

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El mandril malhumorado

En la selva hay un mandril
de nariz muy colorada,
siempre está malhumorado,
siempre por algo se enfada.

Por los bosques de papiros,
se ha acercado hasta el pantano
buscando para jugar,
a un orangután enano.

Como siempre está enfadado
no quiere jugar con él,
y al verlo llegar aprisa
corriendo se va a esconder.

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El cangrejo desconfiado

Entre la arena brillaba
el cangrejito lo vio,
un pendiente de una perla
con un precioso color.

Aunque pesaba muchísimo
lo subió al caparazón,
y de camino a su casa
una ardilla le chistó.

Shiiss, amigo cangrejito,
¿quieres que te ayude yo?

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El oso infeliz

Como era muy vergonzoso
salía de higos a brevas,
y encerrado se pasaba
el oso en aquella cueva.

Veía a los animales
en libertad paseando,
los miraba con envidia
pues lo estaba deseando.

«Yo también quiero salir»
-dijo rojo de vergüenza-,
pero nadie lo escuchó
porque no gritó con fuerza.

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Mis mascotas

Tengo un gatito
muy pequeñito,
con ojos azules,
se llama Blanquito.

Al llegar la noche,
siempre me acompaña,
se hace un ovillo,
duerme en mi cama.

Tengo un perrazo
de enorme tamaño,
con ojos marrones,
se llama Castaño.

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El sapo verde

Ese sapo verde
se esconde y se pierde;
así no lo besa
ninguna princesa.

Porque con un beso
él se hará princeso
o príncipe guapo;
¡y quiere ser sapo!

No quiere reinado,
ni trono dorado,
ni enorme castillo,
ni manto amarillo.

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El cohetero

En día y noches
de fiesta y sueño,
un hombre
sencillo y pequeño
recorría,
de arriba abajo,
las calles y recovecos
de su humilde pueblo,
creando hilos de música,
pintando nubes al cielo.

Nubes siempre de algodón,
dulce colchón de los sueños
y tejado de las calles
que recorría,
también sin fin,
toda la gente del pueblo,
al son de la música popular
y de la senda del cielo.

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Hasta no poder más

Felipe y Carola
se querían…,
hasta no poder más.

Corrían,
saltaban,
y jugaban a deletrear.

Hacían figuras
de arcilla, de arena…
de papel y tijera.

Alternaban pares y nones
tras sus riñones.

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