Un sueño largo, largo, un ya famoso sueño,
que señales no da de que se está acercando el día,
pues no mueve ni un párpado el durmiente:
un sueño independiente y apartado.
¿Pereza como ésta se vio nunca?
En orilla de piedra,
bajo el calor, dejar pasar los siglos
y ni una vez mirar si el mediodía llega.
Poemas cortos de la Vida
Aquí a tus pies lanzada, pecadora,
contra tu tierra azul, mi cara oscura,
tú, virgen entre ejércitos de palmas
que no encanecen como los humanos.
No me atrevo a mirar tus ojos puros
ni a tocarte la mano milagrosa;
miro hacia atrás y un río de lujurias
me ladra contra tí, sin Culpa Alzada.
El solitario escucha la voz calma
con la vista entornada, como si una respiración
alentara en su rostro, una respiración amiga
que remonta, increíble, del tiempo lejano.
El hombre solo escucha la voz antigua
que sus padres oyeron en otros tiempos, clara,
cosechada; una voz que como el verde
de los pantanos y colinas oscurece la tarde.
Y entonces nosotros, los viles
que amábamos la noche
murmurante, las casas,
los senderos del río,
las sucias luces rojas
de esos lugares, el dolor
silencioso y mitigado
—arrancamos la mano
de la viva cadena
y callamos, mas el corazón
sobresaltó nuestra sangre,
terminó la dulzura,
se acabó el abandono
en el sendero del río—
ya no siervos, supimos
estar solos y vivos.
Y la vida, la vida es un instante
mas cual millones de mayos perdura,
cae pronto y se levanta
pronto. No es un olvido.
Quien ve amanecer ve lo bastante;
una luz, el rocío,
ese Dios que ahora calla
dentro.
Sólo sabemos toda nuestra altura
si alguien le dice a nuestro sér: ¡Levanta!
Y entonces, fiel consigo, se agiganta
hasta llegar al cielo su estatura.
De la vida común sería ley
el heroísmo en el humano ruedo
si no nos doblegáramos al miedo
de vernos y sentirnos como un rey.
¿Es la dicha un abismo por lo tanto
que no me deja dar un paso en falso
por miedo a que el calzado se me arruine?
Prefiero que mis pies se den el gusto
a cuidar los zapatos-
porque en cualquier zapatería una
puede comprar
un nuevo Par-
Mas la dicha se vende una vez sola.
Poder discrecional tuve en mi mano
y con denuedo contra el mundo fui;
dos veces temeraria lo he afrontado
tan sólo con la honda de David.
Aunque la piedra le arrojé segura
fui sólo yo la que me desplomé :
¿de Goliat fue muy grande la estatura
o quizá fue mayor mi pequeñez?
De las almas creadas
supe escoger la mía.
Cuando parta el espíritu
y se apague la vida,
y sean Hoy y Ayer
como fuego y ceniza,
y acabe de la carne
la tragedia mezquina,
y hacia la Altura vuelvan
todos la frente viva,
y se rasgue la bruma…
yo diré: Ved la chispa
y el luminoso átomo
que preferí a la arcilla.
Cantan las hojas,
bailan las peras en el peral;
gira la rosa,
rosa del viento, no del rosal.
Nubes y nubes
flotan dormidas, algas del aire;
todo el espacio
gira con ellas, fuerza de nadie.
Todo es espacio;
vibra la vara de la amapola
y una desnuda
vuela en el viento lomo de ola.
Cuentan de un sabio, que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas yerbas que cogía.
«Habrá otro», entre sí decía,
«más pobre y triste que yo?»
Y cuando el rostro volvió,
halló la respuesta, viendo
que iba otro sabio cogiendo
las hojas que él arrojó.
Éstas que fueron pompas y alegría,
despertando al albor de la mañana,
a la tarde serán lástima vana,
durmiendo en brazos de la noche fría.
Este matiz que al cielo desafía,
iris listado de oro, nieve y grana,
será escarmiento de la vida humana:
¡tanto se emprende en término de un día!
Amé constante a los que no me amaron
y les di la verdad cuando mintieron.
Mientras unos temblando me besaron
rogó mi beso a los que no quisieron.
Siempre busqué los que jamás me hallaron.
Mi voz llamó los que jamás me oyeron.
En este occidental, en este, oh Licio,
Climatérico lustro de tu vida,
Todo mal afirmado pie es caída,
Toda fácil caída es precipicio.
¿Caduca el paso? Ilústrese el juïcio.
Desatándose va la tierra unida;
¿Qué prudencia, del polvo prevenida,
La ruina aguardó del edificio?
Vinieras y te fueras dulcemente,
de otro camino
a otro camino. Verte,
y ya otra vez no verte.
Pasar por un puente a otro puente.
-El pie breve,
la luz vencida alegre-.
Muchacho que sería yo mirando
aguas abajo la corriente,
y en el espejo tu pasaje
fluir, desvanecerse.
Perdonadme: he dormido.
Y dormir no es vivir. Paz a los hombres.
Vivir no es suspirar o presentir palabras que aún nos vivan.
¿Vivir en ellas? Las palabras mueren.
Bellas son al sonar, mas nunca duran.
Así esta noche clara.
Cuando asedien tu faz cuarenta inviernos
y ahonden surcos en tu prado hermoso,
tu juventud, altiva vestidura,
será un andrajo que no mira nadie.
Y si por tu belleza preguntaran,
tesoro de tu tiempo apasionado,
decir que yace en tus sumidos ojos
dará motivo a escarnios o falsías.
Las horas que gentiles compusieron
tal visión para encanto de los ojos,
sus tiranos serán cuando destruyan
una belleza de suprema gracia:
porque el tiempo incansable, en torvo invierno,
muda al verano que en su seno arruina;
la savia hiela y el follaje esparce
y a la hermosura agosta entre la nieve.
Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!
¿Versos autobiográficos ? Ahí están mis canciones,
allí están mis poemas: yo, como las naciones
venturosas, y a ejemplo de la mujer honrada,
no tengo historia: nunca me ha sucedido nada,
¡oh, noble amiga ignota!, que pudiera contarte.
Allá en mis años mozos adiviné del Arte
la armonía y el ritmo, caros al musageta,
y, pudiendo ser rico, preferí ser poeta.
Tengo miedo de ti,
de mí,
del mundo, del aire,
del amor, de la sombra.
Tengo miedo de todo.
¡Tengo miedo del miedo!
Tengo miedo a caer
sin nombre,
sin memoria y sin cuerpo,
en la eternidad
del olvido y del silencio.
Ninguno de los libros de este mundo
Te aportará la felicidad,
Pero secretamente te devuelven
A ti mismo.
Allí está todo lo que necesitas,
Sol, luna y estrellas,
Pues la luz que reclamas
Habita en tu interior.
Ese saber que tú tanto buscaste
Por bibliotecas resplandece
Desde todas las lágrimas,
Puesto que ese libro es tuyo ahora.
Fue sueño ayer, mañana será tierra.
¡Poco antes nada, y poco después humo!
¡Y destino ambiciones, y presumo
apenas punto al cerco que me cierra!
Breve combate de importuna guerra,
en mi defensa, soy peligro sumo,
y mientras con mis armas me consumo,
menos me hospeda el cuerpo que me entierra.
Soy alta;
en la guerra
llegué a pesar cuarenta kilos.
He estado al borde de la tuberculosis,
al borde de la cárcel,
al borde de la amistad,
al borde del arte,
al borde del suicidio,
al borde de la misericordia,
al borde de la envidia,
al borde de la fama,
al borde del amor,
al borde de la playa,
y, poco a poco, me fue dando sueño,
y aquí estoy durmiendo al borde,
al borde de despertar.
Ya poseemos
casi todo
lo que nos iba
a hacer felices.
Puede decirse
que lo hemos
conseguido.
Ya está.
Ahora solo
nos queda
comprobar
hasta qué punto
fuimos sinceros
con nosotros
mismos.
¡Ay del triste que consume
su existencia en esperar!
¡Ay del triste que presume
que el duelo con que él se abrume
al ausente ha de pesar!
La esperanza es de los cielos
precioso y funesto don,
pues los amantes desvelos
cambian la esperanza en celos.
Tienes veinte años,
tienes a la vida
por el cuello
a tu merced;
pero no es suficiente,
quieres más.
Conozco
esa sensación.
Y te deseo mucha suerte,
la vas a necesitar.
***
Autor del poema: Karmelo Iribarren
Por qué el sombrero de la noche
Vuela con tantos agujeros?
Qué dice la vieja ceniza
Cuando camina junto al fuego?
Por qué lloran tanto las nubes
Y cada vez son más alegres?
Para quién arden los pistilos
Del sol en sombra del eclipse?
¿Dónde estará lo que persigo ciega?
—Jardines encantados, mundos de oro—
Todo lo que me cerca es incoloro.
Hay otra vida. Allí, ¿cómo se llega?
Un perfume divino el alma anega:
olor de estrellas, un rosado coro
de Dianas fugitivas; el esporo
viviente aún de la delicia griega.
Hace unos minutos
que ha recibido la llamada,
y desde entonces no ha soltado el pañuelo
Qué tristes
son las lágrimas de un viejo,
te desarman,
te dejan sin opción.
Solo puedes imaginarte lo peor.
***
Autor del poema: Karmelo Iribarren