Doctas Pimpleas, que las verdes faldas
moráis alegres del feliz Parnaso,
donde Castalia su inspirante onda
vierte suave;
Sed a mi canto fáciles, el día,
que vuestros dones celebrando grato,
del padre Betis el laurel frondoso
ciño a mi lira.
¿Y cuál primera mi atrevido acento
dirá a Vandalia, de canoros cisnes
madre fecunda, del divino Herrera
madre gloriosa?
Tú, Melpómene, del puñal infausto
la diestra armada, que al feroz guerrero
luciente aterra, cuando cae del hado
víctima triste;
o bien, Urania, de tu voz celeste
arrebatado, y la mansión etérea
diré de Jove, y el poder que temen
hombres y dioses:
que si fulmina su indignada diestra,
sobre los polos del excelso Olimpo
tiembla el palacio, la cabaña humilde
tiembla de Baucis.
Ya de Polimnia los festivos coros
seguiré alegre, cantaré las selvas
tuyas, oh Euterpe; o la que al vicio azota
Musa maligna.
Tú, dulce Erato, de mi amante pecho
nunca olvidada: que si bien los años
con triste hielo mi rugosa frente
ciñen y enfrían,
en otro tiempo me cediste el arpa,
donde resuenan tiernos los amores;
y el blando canto las hermosas ninfas
gratas oyeron.
Debí a tus dones en mi edad primera
gozos amables: rápidos volaron;
mas su memoria plácida tristeza
vierte a mi seno.
Tú, Musa augusta, que con santo plectro
muestras al hombre la virtud hermosa,
a ti mi lira, mi postrer aliento
rindo y dedico.
Por ti los muros de la antigua Tebas
levantó osada la anfionia lira;
por ti siguieron al ismario Orfeo,
montes y fieras:
por ti Delille, tierno y delicado,
gloria es del Sena: Pope más severo
por ti en la cumbre de Helicón sagrada
goza renombre.
Tú, dulce Clío, mi ferviente ruego
oye benigna: desusado canto
y audaz emprendo, que del sacro Betis
pare las ondas.