A mí la vida
me lleva
y no me gusta.
Estar eternamente anclado
al horizonte
bajo el canto tórrido
de sirenas tartamudas.
Lápidas que me marcan
cuelgan de mis dedos,
y me asustan
sin motivos obvios,
el sino me arranca los latidos
que a veces creí
que no eran míos.
Pero ven.
Atrápame con brazos
estos hombros quebradizos,
hartos de arriba y abajo
como jinetes desbocados.
De un caballo de brújula imposible.