I – Filo de luz…
Filo de la luz
fruta abierta que a la noche
vuelves fuego
y que a la llama cambias en fresco sentido:
llego a buscar tu aliento:
más sedienta:
pozo de amor que me asombras,
cántaro de día.
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II – Metal intacto…
Metal intacto en la noche sin sombras de la piedra,
tinta oscura vaciada en tierra,
sereno barro virgen…
Cosa tras cosa fuera del yerrro,
todo elemento intacto,
antes del sí, del no, de toda forma,
como un molde vacío
o como un río de plata del que nadie puede abrevar
y que no tiene donde escanciarse.
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III – En ti el aire se hace noble…
En ti el aire se hace noble,
costa de arena fina la piel,
la carne el mar extenso
y el amor más dulce, la más armónica marea.
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IV – Agua profunda…
Agua profunda,
corriente que, sin ver jamás el monte,
sin conocer la selva,
diriges a tierra el mar,
el ciego.
agua en que mil formas me encuentras
siempre más libre que la luz del sol.
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V – Lago de dos superficies…
Lago de dos superficies,
mar suspenso:
todo en la palma de tu mano,
como grano de luz,
con una placidez incomprensible:
no hay tiempo, no hay premura alguna,
eres cuanto espacio es posible:
no hay distancia.
* * * * *
VI – Noches de velos ariscos, tus ojos…
Noches de velos ariscos, tus ojos:
mi carne, toda un lento eyacularse,
frente a ellos se muere,
se cierra más allá del tacto,
se niega toda puerta,
y como un misterio te encuentra,
dentro de sí,
oración milagrosa,
vedada alteración sin nombre
que me obliga a entregarme.
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VII – Tu cuerpo pulsado por sí mismo…
Tu cuerpo pulsado por sí mismo
es en mis oídos viento claro y fresco,
sonido limpio del cobre y del aliento:
eres tus labios rezumantes de lima,
eres tus ojos recubiertos de bruma,
eres tu mano fina ciñéndose sierva:
porque en ti anida el mar, eres su guía,
y de ti la más torpe raíz bebe su espina:
porque tú eres el viento
y eres también la roca virgen
que muchos metros ocultan.
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VIII – Luz de luz te dice tu tronco extenso…
Luz de luz te dice tu tronco extenso
y tu perfume, tu olor a cándida hierba, a lilas,
a tu boca fresca,
te llama esquivamente por tu nombre.
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IX – Claro pétalo que a la flor te asomas…
Claro pétalo que a la flor te asomas,
costa que hacia la densa selva miras,
filo de acero que sobre el acero pesas,
fiel raíz que al tallo imitas, a la flor,
a los aromas,
sobre ti te vuelves.
Eso, pero también el pétalo terso, gozo de color
y de perfumes,
la costa abierta como ninguna boca,
el acero afilado y tenso,
la raíz sólida, llena de poder y de lumbre,
dadivosa:
así eres tú, amor,
así tú y yo, dos entregas amantes y amorosas.
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X – Un guaje es tu boca fresca…
Un guaje es tu boca fresca,
odre de almíbar,
trozo de amor fresco que a tu contagio
vuelve carne y amor
a la muerte y al engaño.
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XI – No eres la pluma…
No eres la pluma
que al aire se inclina,
ni el cuello tibio del ganso,
ni la piel del tímido durazno:
eres el injerto de toda esa ternura
en la fuerza del monte,
en el salto de un felino acorralado.
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XII – Abrazo de la tierra…
Abrazo de la tierra,
certeza de lo que el monte dice,
secreto hecho voz,
es el silencio tu aliento cuneiforme,
caligrafía de los dioses son tu olor
y tu cuerpo de amor sedientos.
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XIII – Durazno…
Durazno
miel de la uva,
fibra del pérsimon:
me ofreces un glosario de carnes
en cada beso.
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XIV – Horquilla del viento…
Horquilla del viento:
metálica te acercas al cedro,
como rayo de luz,
al tiempo que dejas dócil en la flor
el beso de tu pasión fecunda.
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XV – Cimarrona fruta del campo y del día…
Cimarrona fruta del campo y del día,
tu deseo es el aspa indomable
que un día cualquiera talló en ese sitio
lo que llevo yo por cuerpo.