Adriano y Antinoo de Pedro Gandía

Comunión

La noche en tu desnudo derrama sus estrellas.
Enajenadas luces pulsan sonoras dichas.
Fieras de hielo y fuego el tálamo devoran.

Oh demonio bitinio en quien comprendo el mundo:
si la belleza es muerte, destrúyame tu carne;
tus besos me extasíen con su insaciable daga.

-En el claro solsticio de su existencia, el César
despierta a la belleza de negarse en el otro-.

Sacrificio

Sagrado río, mágico santuario celeste,
sobre tu ara solar sacrifico mi espíritu;
transpórteme tu curso a Osiris, y en él sea.

La noche me corona con sus lotos de plata,
me desvela los nombres secretos de los dioses.
Paraíso enigmático, soy ya un sueño feliz.

Transfiguración

La luz talla en el aire una ciudad de oro:
espiral o Antinópolis de soles y caléndulas.
Como noche en tus brazos, breve fue nuestra dicha.
Para poblar tu ida, te adorará mi imperio.
Tú no has pasado: vives por siempre en esta llama
que consume mi sangre, mientras tu pecho acoge
ibis, falucas, palmas, los más bellos ponientes.
Mi pasión por lo que huye diviniza tu estatua
y, de pronto, devienes inmortal que sonríe.
Divino halcón de oro, me es propia tu sustancia.
Mis deseos irradian el fulgor de tu gloria
y, a tu ausencia, antepongo nuestra proximidad.
En la mítica barca, nuestros dobles etéreos
surquen, por siempre unidos, la luz del día eterno.