Alma feliz por siempre, pues lo fuiste un instante,
vuelve, ligera corza de la dicha pasada,
junto al frío torrente donde flota el recuerdo,
donde la rosa última de fugitivas horas
aún perfuma suave con su filtro de llanto.
Vuelve bajo la luna floral de primavera
a las tímidas huellas de dormidos senderos,
y aspira en esa rosa melancólica y pura
todo el bosque que arde perdido en tu memoria
con sus rojas maderas incendiando los días.
Como nauta que asiste impasible en su leño
al naufragio solemne de la torva tormenta,
desde la roca púrpura por el himno del rayo
mira al joven ahogado, coronado de algas,
flotar en la encrespada cabalgata marina.
Jardines de amatista, emergiendo sombríos
con pálidos estanques y la perla del cisne,
desde la lejanía pronunciarán tu nombre
y pulsará el ocaso sus laúdes de luna,
latentes como vírgenes corazones secretos.
Nocturnas bayaderas su cintura de estío
aplastarán corceles con las crines ardiendo.
Mensajeros errantes agitarán pañuelos
antes de ser talados por el hacha implacable
que convierte a los cedros en funerales lámparas.
Era niño y el claustro de la vida empezabas:
la mirada dorada, rubio el ligero rizo.
Bajo brisas de ensueño escondías al mundo
tus joyas de ternura, la soledad y su fuente,
como el avaro guarda metálicas luciérnagas.
Viviste bajo el ala florida de aquel tiempo
glorioso para el hombre. Hoy, que cansado vuelves,
mira cómo endiamanta tu llanto las ruinas,
cual pájaro de agua que anidara en sus yedras
cuando mayo suspira en las flautas fragantes.
Así fueron tus tardes. Así el viento. Las lilas,
el gorjeo diminuto de sus cálices tibios
deshojaban. De nuevo volverá todo un día.
Dime que has de volver con la mágica llave
de la puerta perdida en un muro de niebla.
Y será igual que entonces: el brodequín de oro
sobre la misma tienda. Gonfalones sagrados
pasarán en días santos. Madam Lily, la sílfide.
purpurina en el pelo, cantará en el alambre,
y un reguero de paja dejarán las carretas.
Escucha el preludiar de violines antiguos.
Ya ha empezado la danza. Los címbalos sonoros
gotean áureo polen en ansiosas corolas
y desnuda a la luz de trompas y de oboes
embriágate, oh alma, recordando tu dicha.