Cuando nos besamos trituramos un ángel.
Su última voluntad será nuestro deseo.
Tiempo habrá para escupir sus vidrios de colores,
su sombrero de plumas,
barajas manoseadas por tahures y ahora
hay que hacerlo entrar,
ofrecerle licor (que él lee en la oscuridad).
Dirá sus barajitas,
su forma de guiarnos al secreto de la vieja
estación.
Dirá que el vino está hecho de hojas secas,
que puede hacer fuego con tu rostro y el mío.
(Ni un centavo de luz a su trabajo).
Cuando nos besamos desollamos un ángel,
un condenado a muerte que va a resucitar en otras
bocas.
No tengas lástima por él, solo hay que hincar el
diente
y triturar al ángel.
Abrir tus piernas blancas y darles sepultura.