Bajo el cielo azul de su tierra nativa
languidecía ella, se agostaba…*
Al fin se marchitó, y ya de seguro
su joven sombra sobre mí volaba;
Nos separa una línea infranqueable.
En vano el sentimiento desperté.
Su muerte oí de un labio indiferente
y con indiferencia la escuché.
¡Y mi alma la amó con tanto fuego,
con una turbación tan dolorosa,
con tanto sufrimiento y extravío,
con tortura tan tierna y angustiosa!
¿Qué se hicieron la pena y el cariño?
Ni reproches me quedan ya ni llanto
para rememorar su sombra crédula
ni la dulce memoria de los días pasados.
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*El poema se refiere a Arnalia Riznich, muerta en Italia en 1825 y destinataria de algunos de los más hermosos poemas pushkinianos.