Belleza mascadora de chiclet,
donde la feminidad alcanza el límite del vigor,
y los músculos campan durísimos,
inaprensibles al pellizco galante.
Próxima a las puertas del sexo,
te mantienes un milímetro distante de la salida,
y tu amenaza de desbordar el área de juego
es más una travesura que subraya
la curvatura de tu trayectoria,
falsamente estirada en súbito zig-zag.
En esta hora de indiscriminación sexual,
tus posibilidades de cotización son precarias,
y tienes que disimular tu feminidad,
para acercarte al varón de cabellos largos e ideas cortas.
Así, tu cuerpo es hermoso,
a pesar de las descuidadas prendas que lo disfrazan.
Así, tu boca es dulce,
a pesar de las toscas palabras que la manchan.
Sabrosa arcilla del paraíso, cubierta
por la seca ortiga del escombro.
Eterna y pura naturaleza, avasallada
por efímera y densa cultura.
Hay que amar la blanda pulpa de tu cielo,
por abajo y arriba
de la dura corteza de tu tierra.