¡Cállate, por Dios, que tú
no vas a saber decírmelo!
¡Deja: que abran todos mis
sueños y todos mis lirios!
Mi corazón oye bien
la letra de tu cariño…
El agua lo va temblando,
entre las flores del río;
lo va soñando la niebla,
lo están cantando los pinos
-y la luna rosa- y el
corazón de tu molino…
¡No apagues, por Dios, la llama
que arde dentro de mí mismo!
¡Cállate, por Dios, que tú
no vas a saber decírmelo!