Canción del escriba de pie (7-9) de Saúl Ibargoyen

7

‘La mujer enviejada se mueve
adentro de su túnica y sus paños pintados
con el color de la luz
que está detrás de la luz.
Dos manos se desprenden de la imagen
que los vapores del fulgente aire
multiplican y deshacen.
Y los dedos estiran sus uñas coagulosas
hasta el impuro blancor
de la gallina que alguien ofrece
a aquella madre destetada
con los ademanes del cansancio inaugural.
Y las uñas son empujadas
por la sangre mugrosa de otras carnes
que ya conocieron el suplicio.
Las ollas de barro abren
sus neblinas vegetales
la cebada se adensa en luces redondas
como bollos de harinas imperfectas
el pan del sol es tocado
por lenguas impalpables
el dios de los piojos bebe
la primera sangre del dios
que estaba entre las venas
de la usada mujer
y el dios de la mosca chupa
la sudoración de los dioses
que refrescan su piel
bajo las palmeras de todo el mediodía.’

No soy el escriba
no soy el presunto señor
de la veraz palabra.
Nada pinto ni dibujo ni grabo
ni escribo ni hablo.
Sólo veo una mujer polvorienta
y objetos distintos
y ajados mercaderes y pájaros
que nadie compra ni bautiza ni recuerda:
solamente veo estos gatos y perros
en su viva sarna de granito
estos asnos y bueyes y vacas de basalto
y pellejos partidos
estos descuerados huesos de gentes
que nunca transportaron
entrañas frescas de estatuas o de momias
estos chacales que todavía fornican
entre hierbas y juncos de piedra.

8

‘El desierto es el gran vacío
que estuvo en el principio sin comienzo
de todos los fuegos:
es la gran vaciedad
donde nace la arena:
aire de ceniza contra aire de sol
rocas de fierro contra roca fugaz
viento de polvo contra viento de luz
granito enrojeciendo basalto encendido
albanene deshecho mármoles pintados
alabastro vulnerable yeso disuelto
cuarzo ahumado roquedales de cristal
amatista enmoheciéndose
y granos de sangre desprendida
derrumbada disuelta
y estiércoles de chacales huyentes
y cartílagos de sandalias marchitas
y redes sin peces ni espuma
y picos de garzas o grullas desdentándose
y ojos de cocodrilo con su coágulo terrestre
y médulas de infante fermentando
entre lirios debajo del lodo inundado.
Las nadas del desierto fecundan
la confusa sequedad flotante:
sus colmillos quemados se muerden
se hinchan se deshacen.
Y las finísimas semillas de piedra
se mueven entre los labios
de quien nunca será el nombrador
de las puertas del templo
ni el dibujante de mensajes muertos
ni el señor posible
de alguna o ninguna palabra.’

Y tú que oyes solamente
las ligerezas del paladar
la liviandad del verbo:
escúchame sí ya que siempre hablarán
otras gargantas antes o después
de tu más mudo silencio.
Pero nada diré
delante de orejas
que no te pertenezcan:
no soy el dueño
de los felices vocablos o términos
que nombran el color indoloro del mundo:
no estaré jamás
en medio de los elegidos:
sólo me nombrarán
cuando mi única voz se levante
entre ajenas salivas
como un simple árbol
cuando yo me nombre propiamente
según mi deseo
y mi desprecio.
En el desierto vacío
nacen también pedazos partículas
fragmentos fulgores de palabras
que hemos hablado que no conocemos
que nos dan nuestro nombre
y nuestra sombra.
Y ellas me siguen
escarban entre sonidos enterrados
olfatean su rastro
de tinta insaciable.

9

‘El cielo se alimenta en este día
de las calientes luces engendradas
por el sol.
Y hay otro sol
que es el mismo viajando
más allá de las aguas visibles
de la ennegrecida tierra:
un solo astro como fuego negro
soltándose del vientre
de la noche que se inclina
con su repetido temblor
sobre las órbitas de todos los mundos.
Pero el cielo desconoce las palabras
y nosotros aquí queremos su boca
de lodo translúcido
para que pueda hablar
desde los otros hombres
para que nos guíe
en tiempos de nubes corrompidas
de langostas con sus alas de fierro
de un destino de pegajosas plumas
y de inevitable oscuridad.
El dios del aire
nunca ha tenido columnas
ni inscripciones ni templos.
En él hay otros fuegos
y las mieles recién cosechadas
se amustian se enarenan
y hay grietas en los frutos
y los cerrados jardines desfallecen
y el verbo del dios borra
la entera palabra del hombre
y el verbo incompleto del hombre borra
las palabras del dios y de los hombres.
Y en el aire transitan
los ruidos del Nilo celeste
pequeños ruidos como alguien gritando
lejanamente desde una barca blanca.
Los patos cantantes
las claras palomas
los adensados cuervos
los pájaros totales
son también voces
en el curso espumoso del sol
que en cada punto de su nueva luz
nace con más fuerza
y se nutre de sí mismo
y de las sordas emanaciones del yacente mundo.’

¿Debo ahora negar toda escritura?
¿Debo gritar que no soy ni seré
el señor de ningún verbo
ni el dueño de paletas y pinceles y pinturas
ni el maestro de las ordenadas oraciones
ni el propietario del martillo y el cincel?
Mi alimento es el pan de cebada
cocinado en las manos del sol
mi bebida es jugo y burbuja
de los granos rojos
mis ungüentos y aceites
salen de este cuerpo terrestre
el olor de mis lomos o de mis ingles
o de mi pelo es el olor
del Nilo sin morir que navega
en el clima poderoso de sus días.
No hay tintas ni colores sagrados
en esta mano duplicada:
solamente la marca de un anzuelo
una canasta un remo una olla
una espada un azadón una flecha
una vasija una cuerda un fusil.
más adentro de la piel
que los perros conocen
está el peso de otra piel
con sus suaves raíces
largamente acumuladas.
esa cálida tela envuelve mis huesos
para que no giman ni griten
para que puedan renacer
en su propio silencio.