Cartas escritas cuando crece la noche de Claudia Lars

I

El tiempo regresó —en un instante—
A la casa donde mi juventud
Quiso comerse el cielo.
Lo demás bien lo sabes…
Otros llegaron con sus palabras
Y sus cuerpos,
Buscándome dolorosamente
O dejando la niebla del camino
Entre mis pobres manos.
Lo demás es silencio…
Hoy tengo tus poemas en mis lágrimas
Y el deseado mensaje —tan tuyo—
Entra en mi corazón con mil años de ausencia.
Lo demás es poseer este milagro
Y sentirme a orillas del Gran Sueño
Como una rosa nueva.
«Dame tu mano al fin, eternamente»…

II

Busco tu voz en cada letra de los poemas
que para mí escribiste.
Tu amada voz dormida en su entierro!…
El contorno de un rumor toma vuelo y entonces
La recobro, despierta.
Sintiéndome más encendida que un diamante
Y con tu voz en el aire fresco
Me atrevo a decir, saludando al mundo:
«¿Quieren iluminarse
Con esta plenitud?»

III

Pude haber vivido cerca de ti
Suavemente
Y encender tu lámpara y sentarme
En el ancho sillón oloroso a tiempo.
Pude cortar una rosa
Y ponerla en tu escritorio
O bordar a media tarde
Un enjardinado mantel.
Ocurrió lo contrario:
Lejos anduve y sola
-Tremendamente sola-
porque no quisiste acompañarme.
Pero en idas y venidas por esos caminos,
¡Qué bien me enseñaron a conocer quién soy!

IV

En el círculo de palabras y palabras
Tu silencio era más poderoso
que cualquier sonido
Yo lo habitaba sin protestas
Entrando valientemente en sus distancias
Como patinadora sobre el hielo.
¡Ah, tu silencio mío!
¡Ah, mi sutil planeta inexplicable!
¿Era un espacio vivo
O tan solo el nombre de esta obstinación?
Al fin, después de todo…
-No falta un después en cada momento-

V

Si en la hora más quemante de mi vida
Yo hubiera encendido, por lo menos,
La orilla de tu corbata…
Todo sería distinto!
Pero no lo permitiste —¿Recuerdas?—
Y entonces fui, como jamás lo he sido
Una desesperada.
Guardo tu palidez esquiva
Y los ojos que no iban a entregarse
Aunque acabara el mundo.
Después algo me hiere no sé dónde
Y me ahogo y respiro soledades
Y estoy metida hasta los huesos
En un laberinto
¿Cómo logré salvarme?
Porque yo olía a flor
-En la hora más ciega de mi vida-
Y lo único que deseaba intensamente
Era caer sobre tu cuerpo como una flor.

VI

Si todo fuera distinto
Yo no tendría un largo viaje en los ojos
Y en esta soledad
Versos y versos…
Si todo fuera distinto
Yo sería a tu lado una dicha completa
Y la mitad de tu alma.

VII

Si llegaras por esa puerta
Tal vez te extrañaría mi pelo gris-azul,
Con reflejos plateados.
Le pongo un suave tinte _por supuesto_
Pero no creas que me engaño.
Envejecer es un problema. Sin embargo,
Yo no envejezco entristeciéndome.
Si regresara con lo vivido hasta el domingo
Que al lado tuyo se hizo viernes,
Creo que volvería a ser la misma amorosa
Y que de nuevo te daría
Un rato tremendo.

VIII

El tiempo… ¿Qué es el tiempo?
Para mí no ha pasado
Desde aquellas noches de lunas amarillas,
Cuando me llevabas a las reuniones de los sábados…
Me sentí joven al leer tus poemas
Y me dio vergüenza experimentar esa delicia.
Con un gajo de sueños juveniles
Caí en profundo sueño.
Hoy me burlo del tiempo
Y hasta le hago cosquillas
En las barbas.
Así, medio jugando,
Voy a meterlo por un mes
En el armario.

IX

Toda una vida lejos de ti.
Toda una vida…
Por qué?… ¿Quieres decirlo?…
Hubiera sido tan hermoso
Mirar la misma estrella
Desde nuestra ventana.

X

Hay muchos años entre mi amor
Y tu ausencia.
Con ellos puedo escribir
Una historia larga.
Hay mil cosas que quisiera decirte
Dulcemente…
¿Pero cómo expresar lo inefable?

XI

Tal vez nunca contestes mis cartas.
Ya nada espero ni pido nada.
A estas horas sería ridículo preguntar al cartero
Si me trae un sobre que brilla
Como pequeño astro.

XII

No sé a quien contarle que regresaste de repente,
Con tu lenguaje extraordinario
Y con todo lo que sabe
De la eternidad.
Confiaré a un joven puro mi secreto,
Para que él lo celebre viviendo.
Sería triste que nadie conociera
Mis llamaradas y mi sal.

XIII

Si el príncipe Siddharta apareciera ahora
Cerca de mí, muy cerca,
Creo que me diría suavemente:
«Rompe ese lazo dulce.
¿Acaso no conoces lo que enseñé?»
pero la ley de Samsara es fiel y exacta:
el nudo no podrá deshacerse
hasta que tú y yo alcancemos, juntos,
la más definitiva palpitación
del encuentro.
Crece la noche… crece…
Y el Pensativo de Rostro Inmutable
Cuenta con sus ojos
Mi verdadera edad.

XIV

Cuando todo se cumpla
En otra vida, porque aquí ya es muy tarde_
Conoceré mejor el poder de los recuerdos
Y viviré en tu casa.

XV

Y ahora un «hasta siempre»… un «te agradezco»…
Descubrí mi esperanza.
Aquí se anuncia la mañana con un ángel
Y con una semillita de antigüedad.