Claro y caro era el mundo para él.
Claro e insólito el filme con la figura del héroe.
Combatiente o artesano, trapecista o estudiante,
da lo mismo, y no importa.
La primera película inicia
a las cuatro veintiocho de la tarde,
y los rasgos del niño se transfiguran en héroe,
y da lo mismo, y qué importa, bailar a lo
Astaire 0 lo Kelly, ser vaquero a lo Wayne,
el gran chulo a lo Gassman.
Relatos e historias (no lo ignora el niño)
se han hecho para él,
y en qué forma, y formidablemente, claro.
Ríelo y llóralo en el melodrama nacional,
extravíalo de frente y de perfil en el perfil
italiano de Gina Lollobrigida o en la alba
desnudez de Carrol Baker,
abúrrelo con Disney o con filmes
donde el protagonista es elefante o perro,
diviértelo, en fin, del todo, distráelo, en fin
-mientras afuera, sobre Revolución,
se lee en enormes letras: CINE ERMITA,
y el tren eléctrico color pajizo enfila hacia
el sur,
y llueve,
y la larga lluvia de agosto
se alarga y cae desde las goteras, y el agua
se mezcla en el pavimento oscuro
con el lodo o con aceite blando o espeso,
y en el asiento trasero del tren eléctrico
despierta el niño, se despereza, y mete
el dinero en el bolsillo roto del pantalón.