Con gozo de alfarero te he entrañado
mujer, que sólo un barro preferido
busqué entre mis amores sin olvido
por ver de revelarme en lo encontrado.
Cantando mi dolor habla anhelado
sosiego a mi pesar, mas no el rendido
tributo de tus cuencas, ni el cumplido
prodigio que mi angustia ha superado.
No sabe el corazón si la hermosura
cautiva de unos ojos le han labrado,
si preso fue o señor en el empeño.
Se goza con saber que la ternura
naciente de tus ojos ha cantado,
el noble verde eterno de su sueño.