Al oeste de las estrofas
escritas por el amanecer,
las plantaciones de plátanos responden
a su luz; por encima,
un halcón que describía círculos
con mi corazón en su pico
hasta el borde del mundo,
lo trae de vuelta
al puente que se desvanece,
al río que se revuelve
en su lecho, al risco
donde regresa el árbol
tras sus lecciones, tarde.
¿Cuál era su cabaña?
Ella asciende en línea recta
por los escalones de este verso,
y se sienta para cenar
pan y pescado frito
mientras los árboles repiten su
umbrío inglés.
Las ventanas de la cabaña resplandecen.
Las verdes luciérnagas describen arcos,
incendiando Forestière,
Orléans, Fond St. Jacques,
y el bosque se duerme,
sus ojos cerrados,
a excepción de una mirada
desde una choza iluminada;
ahora, por encima del libro cerrado
de pequeñas cabañas que se deslizaban
bajo los faros del coche, la cima
de una colina como una pirámide.
En la noche caliente como un horno
vuelan las brasas. La puerta de una tienda
proyecta un recuadro de luz
sobre la carretera y un olor
a pescado en salazón. Un montón de arena seca
se esparce en estrellas.
Similar a un gato, la isla de la Paloma
aferra el mar con sus garras.