1. Cuando niños somos todos los niños que fantasean y sueñan.
Cuando adultos somos un adulto pero con escasas fantasías y escasos sueños.
2. En la juventud se sueña que se puede soñar,
pero en la madurez sólo enfrentamos nuestra realidad marchita
repitiendo para engañarnos la palabra utopía.
3. En la madurez caminamos sobre las sombras
de nuestros grandes sueños.
4. En las familias acomodadas hay ascendientes -abuelos o tíos- que aman
con más naturalidad a aquellos miembros e hijos de esos miembros que tienen poder y dinero.
Los parientes pobres suelen ser pegotes molestos a los que se tolera con dificultad
y con quienes se debe simular algún afecto.
5. El pasado es el país de las imágenes rotas y las sombras despedazadas.
6. Si en la niñez son los sueños puros y los juegos imaginativos;
si en la juventud construimos castillos de ilusiones y palacios de utopías,
ya adultos sólo aspiramos a conservar, desarrollar y recordar
lo poco bueno que nos dio la vida.