Pecho que tal concepto ha producido,
la lengua que lo ha manifestado,
la mano que escribió, me han declarado
que el dedo divinal os ha movido.
¿Cómo puediera un hombre no encendido
en el divino fuego, ni abrasado,
hacer aquel soneto celebrado,
digno de ser en almas esculpido?
Al tiempo que lo vi quedé admirada,
pensando si era cosa por ventura
en el sacro colegio fabricada.
La pura santidad allí encerrada,
el énfasis, primor de la escritura,
me hizo pensar cosa no pensada.