Otro doce de octubre, compañera,
con la serena flor de la alegría
y más luz en los ojos. Se diría,
coraje renaciente, que te espera
nuevo «milagro de la primavera».
seria la hora, dura la sangría,
el aire temeroso, esposa mía,
atormentado el ceño, sementera
de tiempo anubarrado. ¿habrá mañana
con plazuelas y niños juguetones,
espigas candeales la besana,
mozas de arracimado amor, parejas
como tú y como yo, los corazones
empavesados, dime? Sí: de tejas
abajo está muy grave la esperanza,
y de tejas arriba silenciosos,
mudos los astros, tan majestuosos
como siempre en sus órbitas. alcanza
el terror con la mano el hombre, avanza
entre fuerzas hostiles, tormentosos
los pulsos, con espanto los sabrosos
frutos sobre la mesa. la balanza
no está en el fiel de la justicia, pesa
espanto y más espanto. ¿Qué nos trae
a la espalda el futuro? Niebla espesa,
perdidiza y cobarde, sin agallas
el verbo imbécil. El vigor decae.
Y tú Dios, ¿por qué duermes, por qué callas?
Mas frente al miedo, mientras viva, digo
que no a las sombras. Trae la mano, esposa,
y avancemos. ¡Atrás los monstruos! ¡Rosa,
florece contra el hielo! ¡Sube, trigo,
más gallardo que nunca! ¡Ven, amigo,
a cantar con nosotros la gloriosa
salud trabajadora, la grandiosa
coral voz del Océano! ¡Conmigo
los vientres y las tiernas labrantías,
la rabia y el honor de los talleres
forjadores de panes y de días!
¡Adelante, a la vida sin fracaso!
si todos desertores, sé que eres,
Mariuca, la bandera de mi paso.