Dios ¿dónde estás?
Acaso en la débil ala de una mariposa,
en el monótono zumbido de la abeja
o en la gaviota que roza vagamente la playa.
Te busco
en el crepúsculo vacío de invierno,
en la luz sin frontera de mis ojos,
en la melancólica sombra del ciprés.
Palpitan en mi pecho reflejos de aurora.
Y no estás.
Tampoco en el alud de tatuados dolores,
en el breve escalofrío de mis párpados azules,
en la marimba interna de mi cuerpo.
Tal vez mis rezos llegaron tarde a la cita,
tal vez eres pedestal de oro inaccesible,
anzuelo en el fondo sin carnada
y yo hambriento pez en la noche del océano.
Tal vez seas omnipotente campo y yo roja hormiga.
Tal vez seas flama desprendida del sol
y yo ciego espejo incapaz de reflejarte.