Ducha de Alfonso Orantes

anófeles romántico
aquella noche trompetillaba el mismo cántico;
a la vulgar blancura del burgués plenilunio
consonante dió junio

el poeta aburrido
del monótono ruido
y del mismo indumento de novia
sin himeneo del cursilón paisaje,
siente profusa fovia
y como una protesta se desgarra su traje

nuevo adán, deshonesto
a la luna acribilla con mil y un denuesto;
la interpela
y la llama: bocio de la noche; viruela
en la cara aplastada del cielo; cancro
del infinito; chancro
del azul sifilítico; ano
albino de lo in-humano;
cochino esfinter mensual; celeste polilla;
plato
roto en malhadado garabato;
tortilla
de yeso, seca y fría; ridícula oreja
de un tazón azulenco de falsa porcelana
desportillada y vieja;
palangana
para el baño de asiento
del picado y sarnoso firmamento;
bacinica
donde un sol con uremia
se orina; media lata de anemia;
bandeja
de incomparable plata añeja;
último colmillo
de falsa noche-lobo sin boca; lobanillo
flotante; gargajo
purulento de luz;
rodela de pus;
moneda falsa..
ayer
te decían: colombina,
hoy: cafiaspirina
sin cruz bayer,
sin poder para siquiera hacer menor
el dolor
perenne en la huera cabeza de cristal
de la sobada esfera celestial

de pronto el demente
poeta
frente a frente
a aquel botón
de hueso cosido a la chaqueta
nocturna, se ve; en fugaz lucidez, tiene revelación:
aquel insulto rudo
era inútil; vana aquella estéril lucha;
estando así desnudo,
lo práctico es mejor, intuyó;
con la mano haló
de una invisible tiradera;
tomó de su luz muerta larga ducha
-la luna es una regadera-
y adviene
el prodigio: la higiene
hace la curación
porque el poeta loco, siempre tuvo razón…