El aturdido de Concepción Arenal

De química un profesor,
Porque a su intento convino,
Con espíritu de vino
La humedece, y sin temor

A su mano aplica fuego,
Que ardía sin propio daño.
Y del fenómeno extraño
La explicación daba luego.

Violo un mozo casquivano
Que la explicación no oyó,
Y lo propio ejecutó
Mojando en agua la mano.

Demás está el afirmar
Que se abrasó el mentecato;
Vino el padre a poco rato
Y le oyó así lamentar:

«¡Oh! ¡qué terrible dolor!;
Ved cómo tengo el pellejo;
Por seguir vuestro consejo
Esto me pasa, señor.»

«¿Mi consejo por seguir?»
Dijole el padre asombrado .
«¿Lo que en clase haya observado
No me mandáis repetir?

Si es sencillo experimento
(¡Ay!; ¡la mano se me abrasa!)
¿No me decís hazle en casa,
Hazle otra vez, hazle ciento?»

Pues bien: hoy el profesor
Con agua un vaso sacó
Y la mano en él metió
Mojándola en el licor.

Luego va con mucha flema,
La pone junto a la llama
Y la mano se le inflama,
Y (esto pasma) no se quema;

Yo lo mismo practiqué
Cuando a casa hube llegado,
Y harto caro me ha costado,
Viéndolo estáis, me abrasé.

¡Ah, señor! El otro día
Decíais «la imitación
Ayuda la educación…»
«Y lo repito, a fe mía,

Tornó el padre a replicar ;
Ni sé yo por qué te quejas;
Lo que referido dejas
¿Es por ventura imitar?

El que en ayunas se queda
De la causa y la razón
Y a repetir va una acción,
Este no imita, remeda.

El que la razón medita
Y al repetir lo que ve
Sabe el cómo y para qué,
Este no remeda, imita.

Y ya que dártela puedo
No olvides esta lección:
Es útil la imitación,
Es pernicioso el remedo.»