Ya no importa saberlo. Será el día
del arco iris cómplice del agua
que llore demasiado por los muertos,
y habrá quizás en el ambiente estigmas
de señalada indecisión, palomas
que endulzarán la luz, gaviotas grises
salobres de renuncia y de recuerdo
y golondrinas, golondrinas blancas…
Hasta vendrán las olas más rebeldes
llenas de pez disuelto, a verte quieta
y a dejarte la brisa en vez del viento
sobre la piel, con terquedad amorosa.
Un día como tantos. De la huida
tan sólo quedará aquella palabra
que seguirá secreta, intraducible,
y, cada vez que vuelva el arco iris,
vendrás -roja, amarilla, azul y verde-
a pretender decirla.