Frente a frente y el puzzle en medio. Sé
que pude acertar solo el acertijo
pero es más llevadero buscar juntos
las piezas que completen el diseño.
Nunca damos con todas: huecos hay
porque ignoramos los cartones-guía,
porque no damos con la pieza-clave,
la pieza-madre que clausure el juego.
Tú sabes que encontramos piezas falsas,
quizá piezas que fueran de un tablero
distinto, de otra caja. Parecían
nuestras, mas su perfil no era el exacto.
Apartarlas costó: nunca se juega
sin arrancar un poco de esperanza,
nunca se manipulan los proyectos
sin arañar la piel de la alegría.
Volvamos juntos al rompecabezas.
No tengas miedo de elegir en vano,
siempre vale la pena pretender
dar un poco de amor al jeroglífico.
Poco a poco el enigma se resuelve
aunque se quede un cabo por atar.
Hacer un puzzle es conseguir que todo
concuerde con los límites del sueño.
Porque soñar, jugar, vivir, son sólo
formas de despejar la misma incógnita,
fórmulas variadas de escoger
las piezas y limar sus bordes ásperos.
Tantos años y no hemos hecho nada
más que intentar un poco de armonía
entre las ciegas fichas que nos dieron
por si solucionamos lo insoluble.