Hay otra cosa más que me pone furioso
y los nervios me crispa, sin que evitarlo pueda,
de pensarlo tan solo…; os lo diré, ¡oh amigos!:
El pasar en el lecho solitario las noches,
así como también el recelar serpientes,
del amor en la senda, y veneno en las rosas
del placer, cuando en medio del supremo deleite
la inquietud en tu oído su zumbido insinúa.
Por eso soy dichoso con Faustina, que el lecho
conmigo muy gustosa comparte, fiel al fiel.
A la audaz juventud el obstáculo encanta;
a mí, empero, me place gozar del bien seguro.
¡Oh sin par beatitud! ¡Cambiar besos tranquilos,
sorberse sin temor el aliento y la vida!
Así las largas noches ambos a dos gozamos,
y pecho contra pecho oímos fuera la lluvia
y el viento rugir. Luego alborea la mañana,
que nuevas flores trae, del nuevo día atavío.
¡No me neguéis, oh quirites, esta suprema dicha,
y permitid benignos que todos la disfruten!