¡Adiós costa llena de equivocadas penas,
Temor, felicidad y miseria, hundíos en el mar!
Ahora libre soy, por fin me siento a salvo.
No hay esperanzas vanas que lleguen hasta aquí.
¡Qué paz donde se posa mi mirada!
¡Qué amplitud y qué altura sin fin en derredor!
Los astros, las nubes ascienden y descienden
y se reflejan en el plácido océano,
El cielo sobre mí, y debajo el cielo,
¡Mi frágil nave en medio tan pequeña!
Sea lo que Dios quiera, a él se lo he entregado todo.
¡Ven, temporal, no temo ni la muerte ni la vida!
Versión de Alfonsina Janés