En la mesa de tres patas
enfilaban los «tintos»
La muerte giraba
con ojos de lechuza
y yo bailaba al compás de palmas
que rasgaban el espacio
Esa vida no era la nuestra
Sumergidos en papeles
o en números contables
se nos iban los meses
vagones cruzando las calles
de una ciudad en llamas
Cerraba los ojos
porque la vida corría más rápida
que el líquido que envenenaba tu sangre
Eras tantos que nunca conocí
Al llegar la noche
la navaja ácida
atravesaba la vigilia
y el horror del pulso
el crujido de las paredes
me envejecían hasta el sopor de las sábanas
En el torrente
hablar con ese polvo
que se hacina en la boca
y paraliza el silbo
Sólo el latido en relámpago
tratando de salirse del tiempo
Qué larga diástole
Qué lento suspiro
Dentro del compás
«punta / tacón» «braceo en alto»
el cuerpo se arquea
para perderse en el trasvase
de la tierra al aire
Tu mirada detiene mis pies
la madera de los crótalos me astilla
Tu mirada aún me bebe
ajenjo que nubla tu sueño.