Epílogo de Boris Pasternak

Amiga mía, ¿tú preguntas
quién ordena que arda el
habla del inválido?

Vamos a soltar las palabras
como un jardín, cuál ámbar y monda:
con distracción y generosamente,
apenas, apenas, apenas.

No hay que mencionar
porqué con tanta ceremonia
la rubia y el limón
han salpicado las hojas.

Ni a quién lloró en las púas
y por las varas se metió
en las notas, hacia el estante
a través de las persianas.

Ni a quien manchó con serbas
la alfombra, tras la puerta,
y al lado, palpitantes,
las letras en cursiva.

¿Preguntas quién ordena
que agosto sea largo,
para quién nada es pequeño,
y quién da el acabado
a las hojas del arce
y desde los días del Eclesiastés
no ha abandonado su puesto
labrando el alabastro?

¿Preguntas quién ordena
que los labios de los asteres y lirios
de septiembre sufran?
¿Que la hojita del sauce,
de las cariátides canosas
haya volado
a la humedad de las losas
de otoñales hospitales?

¿Preguntas quién lo ordena?:
El Dios Omnipotente del amor,
el de los Yagáilov y las Yadvigas.*

No sé si habrá sido resuelto
el enigma de la nada de ultratumba,
pero la vida es minuciosa
como el silencio otoñal.
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*Yagailo y Yadviga: Gran Duque de Lituania y Reina de Polonia, cuyo
matrimonio dio comienzo a la unidad polaco-lituana (1386-1572)