Un fotógrafo fue quien cogió, al vuelo
de los pasos del rock, como un espía
de convenios de amor, la simetría
reciente de tú y yo: baile en un cielo.
Ya frente a la inminencia del pañuelo
del adiós prometimos: sólo había
que esperar que picase en el anzuelo
la hora de recobrar la compañía.
Mas todo se ha quedado en el tintero:
nuestro común proyecto de alegría
y el concertado rumbo compañero.
Hoy yace nuestra fiel fotografía
en un cajón -yo fui el sepulturero-:
6 x 9 de muerte de aquel día.