Ergo bibamus de Johann Wolfgang von Goethe

Unidos aquí estamos para una accion laudable;
por tanto, hermanos míos, arriba. Ergo bibamus!
Resuenen nuestros vasos y callen nuestas lenguas;
levantar vuestras almas muy bien. Ergo bibamus!

He aquí una sentencia tan vieja como sabia;
conserva su vigencia hoy lo mismo que antaño,
y un eco nos aporta de espléndidos festines,
esta jovial y grata consigna: Ergo bibamus!

Hoy he visto a mi dulce amada placentera;
al punto fui y me dije: “Bueno está. Ergo bibamus!”
Me acerqué sin recelo y ella me acogió bien.
Y entonces repetí mi alegre Ergo bibamus!

Mas lo mismo si os mima y os acaricia y besa,
que si nos niega adusta su corazón y brazos,
¿qué recurso nos queda, mientras no nos sonríe,
que de nuevo apelar al viejo Ergo bibamus!

De los amigos lejos cruel destino me lleva.
¡Oh fieles camaradas! ¿Qué hacer? Ergo bibamus!
Ya me marcho cargado con liviano bagaje;
quiere decir se impone un doble Ergo bibamus!

Y aunque a veces el cuerpo la carcoma nos roa,
nunca de la alegría vacío el tesoro hallamos;
que el alegre al alegre suele prestar rumboso,
así que, hermanos mios, ¡venga un Ergo bibamus!

Ahora bien: qué debemos cantar en este día?
¡Yo tan sólo pensaba cantar Ergo bibamus!
Pero recuero ahora su especial importancia;
así que alzar las voces. De nuevo Ergo bibamus!

Este día se nos mete la dicha por la puerta;
resplandecen las nubes, tiembla el trigo dorado;
y una imagen divina brilla ante nuestros ojos;
así que alegremente cantad Ergo bibamus!