Esa alondra de niebla que sostienes
sobre el hálito malva de tu cima,
esa guirnalda matinal que arrima
un levante purísimo a tus sienes.
Pálida el alma y desmayada tienes,
mas tu sangre de roca no la anima
a saltarse las trombas de tu clima
durísimo de vientos y vaivenes.
¿Qué sueño la persigue y la desmaya,
qué rumor triste a su llamada sueñas
por el mundo pelado de tu playa?
Mirando estoy tus sombras y cadenas,
oh roca sin amor, y en mi atalaya
tocando estoy tus alas y tus penas.