En mis manos tu barro, te moldeo
con ternura. Mi soplo y mi caricia
dieron ser a la curva que te inicia.
Si carne te pensé, viento te veo.
Vaciada ya tu forma, me recreo,
te atesoro. No culpes mi codicia.
Alta puse la mira: tu primicia
esculpida a cincel en mi deseo.
Yo, escultor, sólo pido por mi arte
el contemplar mi obra: contemplarte.
Pero tú ya eres tú, aunque eras mía,
y si una vez te arredra mi egoísmo,
puedes irte si quieres. Me es lo mismo.
Te crearé, de nuevo, cualquier día.