Desde que me anunciaron tu venida
dispuse regalarte los colores
prestados a las frutas y las flores
hermanas vegetales de tu vida.
La fresa me prestó su piel de herida,
el trébol su conjunto de verdores,
el blanco jazminero sus candores
y la aceituna oscura su medida.
El ácido mirar del limonero
y la pupila ingenua de la rosa
mezclaron su color en tu velero.
El mundo de la flor y de la fruta
me ha dado su acuarela primorosa
envuelta en los olores de la ruta.