Venecia completamente hundida. Sólo se ven los duomos, estatuas sobre
los duomos, el cobre de algún campanil. En la tarde, el agua tiene el
color de los espejos falsos. Melancolía en gris, duelo a la deriva. Pasa
un zapato de charol negro, enorme, de taco altísimo. Féretros envueltos
en terciopelo rojo se mecen en el agua, como góndolas. Pienso; Estoy
a salvo. El cementerio es esta isla amurallada. No hay nadie más que yo,
e hileras de camisas con corbata (siempre en tono gris), manos que
salen de la tierra, si uno levanta una de esas manos, aparece una mujer
en vestido de otra época, al instante se desvanece, su expresión no es
infeliz.. (Siguen los ataúdes, siguen los espejos bajo la tarde en vilo.)
Una bufanda azul se agita sobre una cruz, una fecha improbable sobre
un muro. Entonces aparece el ángel con una pluma en la mano y dice:
Ahora, cierra los ojos y vuelve a perder el sitio de tu extravío.