Fue en su patria, bajo aquel cielo azul
ella, la marchita rosa…
Al fin murió, un hálito eras tú,
sombra adolescente que nadie toca;
pero una línea hay entre nosotros, es un abismo.
Intenté, en vano, avivar mi sentimiento:
la muerte dijeron los labios con oscuro cinismo,
y, yo la atendí indiferente.
A quién amé entonces con alma fervorosa,
a quién le di mi amor en vilo,
con tanta infinita, amante tristeza,
con callado martirio, con delirio.
¿Qué fue del amor y la pena? Ay en el alma mía
para la ingenua, la pobre sombra,
para el feliz recuerdo de los perdidos días,
no tengo lágrimas, ni música que la nombra.