Gracias hermanos de Ramón de Garciasol

A Gabriel Celaya

Sois tan buenos y desdichados,
tan sobrehumanos,
que me tenéis en algo.
Y voy apuntalado
Por vosotros, por vuestras manos
trabajadoras, vuestros labios
sonreídos del alba, brazos
sostenedores, respaldado.
Tan solitario
estoy que apenas valgo
con mi sombra. ¡Cuánto
en lo mío es vuestro, y proclamo,
en mi trabajo!
Y no me caigo
del todo, que sería malo
para vuestras creencias. Y me canso
tanto
que no quisiera haberme despertado
una mañana más al tajo,
llamo
a la materna muerte, a su regazo
acunador, me pongo a vuestro lado
y procuro mostraros
lo más sano
de mi palabra, el relámpago
que dignifique el barro
original, lo claro
de mis oscuridades, hago
el papel asignado
por el azar en el teatro
del mundo amargo
a ratos,
fascinante, entreclaro
y terrible, aún no descifrado,
criaturas de fe, de canto,
que no sabéis -¡ay, risas!- el milagro
diariamente renovado
que sois. Os amo,
gentes del pueblo llano,
de mis raíces, campo
pegujalero de mi sangre, árbol
de luz y fruto de mi llanto.
Y me callo, falto
y sin verbo adecuado
para rezarlo,
hermanos.