Gran tiempo fui de males tan dañado,
por el dañado amor que en mí reinaba,
que a sanos y a dolientes espantaba
la vista de un doliente tan llagado.
Conveníame andar siempre apartado,
según de mí la gente se apartaba,
y aquello en que más yo me reposaba
era hartarme de ser desdichado.
Vime sano después en un momento,
y vueltos en placer los males míos;
miraban todos esta salud mía
con un maravillado sentimiento,
como al ciego miraron los judíos
espantados de velle como vía.