He llegado al inicio,
como quien se extravía
bajo la rotación laberíntica
de un bosque sin raíces.
Y doy vueltas
Y vueltas
sobre mi propia herida
tras la única gasa
que macera el silencio y su drenaje,
la dársena del tiempo.
He llegado al inicio
y mi nombre no era
más allá de un abismo sin aliento
y mi cuerpo sin nombre
se llenaba de lámparas
y niñas,
perdía pie
sin reservar la hierba.
Y mi arena se oía
crepitar hasta el fondo
sobre el granizo muerto.
He llegado al inicio
sin saber hacia dónde desvivirme,
sin creer en la muerte de las olas,
habitando la ausencia de mí misma
Y no encuentro
el reloj
que repare mi arena.