Vaciarme de paisajes, olvidarme caminos,
reedificar el arco de tu desnudo día.
Borrar tus ojos, sendas de mi llagado sueño,
y engriar en mi sangre tus dos terribles manos.
(…La estatua que he vaciado en soledad, volverla
raíz y musgo en tierra, canto y ala en el aire).
…O, en la antípoda lluvia de mi aherrojada llanto,
hacer cantar el muerto pájaro de tu beso.
Tornar a las cenizas las flechas de la llama,
reenhebrar en las venas el hilo del suspiro.
Y del dolor crecido, monstruo y criatura mía,
hacer de nuevo aquella sonrisa que en tus labios
me bautizaba tuya, con el nombre más mío.