Ante nosotros las olas
corren, corren sin cesar,
como si algo persiguieran
sin alcanzarlo jamás.
Dice la esposa: ¿No es cierto
que nunca habrás de tornar
junto a esa mujer lejana?
Y yo contesto: ¡Jamás!
Ella pregunta: ¿No es cierto
que ya nunca volverás
a celebrar su hermosura?
Y yo contesto: ¡Jamás!
Ella interroga: ¿No es cierto
que nunca habrás de soñar
con sus fatales caricias?
Y yo respondo: ¡Jamás!
Las olas, mientras hablamos,
corren, corren sin cesar,
como si algo persiguieran
sin alcanzarlo jamás.
Dice la esposa: ¿No es cierto
que nunca me has de olvidar
para pensar sólo en ella?
Y yo le digo: ¡Jamás!
Ella pregunta: ¿No es cierto
que ya nunca la amarás
como la amaste hasta ahora?
Y yo contesto: ¡Jamás!
Ella interroga: ¿No es cierto
que su imagen borrarás
de tu mente y de tu alma?
Y yo murmuro: ¡Jamás…!
Los dos callamos. Las olas
corren, corren sin cesar,
como si algo persiguieran
sin alcanzarlo jamás.