Nace la aurora y el hermoso día
brilla de rojas nubes coronado;
en mi pecho, de penas abrumado,
la sonrosada luz es noche umbría.
De las aves la plácida armonía
es para mí graznido malhadado,
y estruendo ronco y son desconcertado
el blando ruido de la fuente fría.
Brotan rosas el soto y la ribera;
para mí solo, triste y dolorido,
espinas guarda el mayo floreciente.
Que esta es, oh niño dios, tu ley primera;
no hay mal para el amor correspondido,
no hay bien que no sea mal para el ausente.