-En la noche escuché tu voz.
Entre sueños fui llamada por ti.
Sin pereza aparté la ropa de mi lecho.
En seguida puse mi pie en el frío suelo.
Y pisé las aliagas para subir a tu monte.
Apretando los espinos busqué tu cumbre.
En una mano el tirso, en la otra el collar de la fiera.
Levantaba la vid en la derecha, con la izquierda arrastraba el animal.
Bajo las estrellas desparramé mis cabellos.
En las sombras desaté mis ataduras.
A sedientos sorbos, mi sedienta garganta acabó con tu vino.
Borracha de ti mismo, en el gemido de mi boca ardes.
Puse mi corazón, como un racimo, bajo tus pies de vendimiador .
Mi espalda, como una yegua virgen, al estallido de tu relinga.
Me hice gesto en todas las liturgias que te honran.
Me hice palabra en todas las oraciones que suben hacia ti.
Sabes bien que soy tuya: desde tu trono recibiste mi ofrenda.
Mi amor resplandece a tus ojos: se ve su llama desde el más allá.
Sin embargo, me dejas arder en el fuego que me escuece.
A pesar de todo, no alejas el torrente de angustia que me empapa sin descanso.
Desde el fondo de mi amor despreciado clama a ti mi tormento.
Mi ternura de paloma lucha con tu crueldad de buitre desgarrador.
Si tu brazo poderoso me arrastró a la noche de tu misterio;
si con voz de tórtola acurrucada me llamaste al bosque de tu nido
¿por qué golpeas mis senos rendidos con el granizo de tu dureza?
¿hasta cuándo clavarás en mi dulce vientre las saetas de tu furor?
-Ama, calla y aguanta, si de verdad amas.
Envuélvete en tu dolor y en tu noche, si me tienes por placer y por luz.
¿Piensas que se puede amar a un dios sin llegar a ser diosa?
¿Piensas que puede nacer una diosa sin que muera una mujer?
Porque me eres bienvenida, he de macerar tu cuerpo para las nupcias.
Porque has de gozar conmigo, te igualaré a mí.
Te quemaré, te quemaré, para que en chispas subas.
He de herirte, he de herirte, para beber tu sangre.
¿Cómo has de nacer en tu ser de mañana si no agonizas en tu ser de hoy?
¿Cómo nacerías para mí si no murieras para ti?
De las tablas de tu ataúd he de hacer tu cuna.
Amasando tus cenizas esculpiré el cuerpo que ya no perderás.
Cuando me dices crueldad son tus labios de tierra los que me hablan.
Cuando tengas tus labios de cielo me has de decir amor.