Mi señora, tan luego se levanta
va a cazar un venado matutino,
sin miedo a los colmilos del zaíno,
ni al mortal topetazo de la danta.
Entra con ojo alerta y firme planta
en la espesura donde no hay camino,
y de los matorrales, repentino,
salta un venado que su paso espanta.
Ella rápida apresta su escopeta,
veloz le apunta, le dispara y mata
y después el marido, que es poeta,
cuando regresa la mujer que adora,
en un someto clásico relata
la bella hazaña de la cazadora.