LA CORTE de Manuel Machado

A Jean Moreas

El conde, orgullo y gloria, las damas galantea
y a los nobles zahiere —madrigal y epigrama—,
cuando un paje, de lejos y por señas, le llama.
No lleva el paje escudo ni señorial librea.

«Venid —le dice quedo—; seguidme… ¡a donde sea!
Sólo deciros puedo que es hermosa la dama…
Mas a oscuras el sitio está donde se os llama,
y aún quiere que el camino desconocido os sea».

Duda un momento el conde, y recela, no en vano,
que siniestra emboscada aceche sus arrojos…
Mas, aferrando al cinto los dorados puñales,

al paje, que sonríe resuelto da la mano…
Y el pajecillo rubio pone sobre sus ojos
un pañuelo bordado con las armas reales.