Estoy encinta, y vivo. Me preñó
igual que a las ovejas.
Ahora hace la cama
con madera de olivo,
y canta, y por primera vez
me llama por mi nombre.
Porque va a ser un niño
como su abuelo, dice,
“un hombre de verdad
que trabaje conmigo”.
Pero de noche, carga
sobre mí su balumba
y se olvida del hijo.
Será para cantar, me digo, mientras abro
las piernas y me escoro
hacia un lado eludiendo
su peso porque duele.
¿Qué será lo que siente?