Era en un bosque: absorto
pensaba andaba
sin saber ni qué cosa
por él buscaba.
Vi una flor a la sombra,
luciente y bella,
cual dos ojos azules,
cual blanca estrella.
Voy a arrancarla, y dulce
diciendo la hallo:
«¿Para verme marchita
rompes mi tallo?»
Cavé en torno y toméla
con cepa y todo,
y en mi casa la puse
del mismo modo.
Allí volví a plantarla
quieta y solita,
y florece y no teme
verse marchita.