Podría esperar a que la Inspiración
me muerda una oreja, y en la espera
encender el incienso de mariguana,
el televisor o llamar a Tabata
para que me traiga una botella de tequila,
beberla en el cuenco de la calavera.
Pero puede llegar cuando distraído
más ando, cuando me saco un moco
o duermo enamorado. Sin embargo,
sospecho que Doña Inspiración no me espera.
Así que me acerco al Libreto, paro
la oreja, miro la realidad con estrías,
y su ojo descarado me contempla.