La música en viana de Antonio Carvajal

A Guillermo González

Evocar la palabra con que formé mis labios,
las palabras, la música de un surtidor tendido:
Pérfidos, jaspes, mármoles, columnas derribadas,
capiteles y sueños, jazmines y celindos.
¿Y el azahar? ¿Y el aire que duele como un agua
equivocada y tensa por las veras del río?
y el pez de la memoria deslizándose, yéndose
por palabras perdidas, con su rumor de niño.

La más humilde de todas,
la más silente,
no es el grosero alelí,
no es la violeta campestre,
sino el geranio, tan duro,
sino el geranio que mueve
sus ofrecidas umbelas
entre el viento y las paredes.
Tanto color en la flor,
y las hojas cómo huelen.

Amenos valles, ríos
de salud, sonrosados
cielos de tarde -el ángel
protector, más hermoso
que la salud, sonríe-.
La súbita ceguera
se puebla de recuerdos.
Es un dolor: Dejadme
con la música a solas,
que me vuelva la tierra
del sol: que me despierte
con la miel en los labios
y la salud del alma.

¡Oh flor de España!, ¿qué
no es flor en ti, si piedra,
si estuco, si rocío,
si muralla, si hiedra?
toda interior, tú, patio
de la vida serena.
(Fantasía) No es canción ni lamento ni murmullo:
trino que el corazón hiciera suyo.
Trino sin voz, pero con alma y vuelo,
las densas manos de un amor sin duelo.
Las densas manos que desgranan ecos
de espesos sueños y de pechos secos.

Guadalquivir abajo la agonía
de un sol todo memoria y melodía.

Guadalquivir arriba suena un árbol
gota de llanto que resbala en mármol.

No es blanco ni verde
ni amarillo ni anaranjado; vence
en blancura al jazmín,
en tiempo a la magnolia,
en fuego al querubín.
Azahar, azahara,
azahares sin fin.

Esta música, el ansia de más vida,
¿qué viola del cielo la ha vibrado?
¿Qué pensamiento entre la carne herida
abrió su triste pétalo morado?

Qué corcel de rumor sin voz ni brida
para su pétreo paso desbocado
galopa por un cielo equivocado,
neutra la estrella turbia o escondida?

Esta música llena de añoranza
que no alcanza a colmar una esperanza,
que tiene nombres pero está vacía

de presente, de amor, ¿qué melodía
íntima la sostiene, qué sosiego
quiere alcanzar, entre el dolor y el fuego?

El rumor de los pozos,
negro en lo blanco,
el rumor de los pozos,
fresco en los labios,

el rumor de los pozos,
Córdoba madre,
el rumor de los pozos,
negro en el aire.

Guillermo, estas palabras se alimentan
de un recuerdo de música y jardines.
Tú pusiste la música, que estaban
los jardines soñándote, esperándote.

Gracias por tanta luz, por la belleza
que tu pasión, que tu conocimiento,
elevan como triunfo -doble arcángel:
Albéniz, Falla-, en Córdoba, en mi vida.